miércoles, 18 de agosto de 2021

CAPÍTULO 19

 Un helicóptero aterrizó en el prado. De él salieron varios hombres. Uno de ellos mostraba una enorme sonrisa.

Frank fue el primero en reconocerlo. 

-¡Doctor de Benito! - y se lanzó a abrazarlo.

-¡Hola pingüinos! Os veo fenomenal.

-¿Trae noticias?

-Traigo una que os va a gustar. Han detenido al doctor Cangallo y a todos los que trabajaban para Pifier. Y hemos podido saber la verdad.

Se hizo el silencio. De Benito dejó de sonreír.

- Veréis: en las células, el ARN mensajero no está solo, sino que se rodea de unos pequeños péptidos catiónicos que ayudan a que los loops o lazos que se forman en la cadena de nucleótidos cuando bases complementarias se encuentran frente a frente sean más estables. Esto confiere al ARN mensajero una estructura perdurable que no se degrada con tanta facilidad como suponían los desarrolladores de Pifier. Los ensayos fueron demasiado rápido y hay cosas que no comprobaron, de manera que ese ARN mensajero de la vacuna ha tenido un comportamiento totalmente diferente al esperado. Hay un péptido, en concreto formado por cinco aminoácidos, que le permite su transcripción a ADN por una transcriptasa inversa de un herpesvirus que se ancla a él. 

-¿Ha dicho usted cinco aminoácidos? 

-Sí: prolina, arginina, alanina, arginina y arginina. Lo que en la nomenclatura abreviada moderna se lee PRARR. 

-¡Los aminoácidos de Martina! - Rossai corrió hacia donde Martina estaba sentada. - ¡Martina, tenías razón! ¡La secuencia de cinco aminoácidos que tanto te preocupó es la clave! 

Martina no reaccionó. Rossai la cogió por los hombros y la sacudió con ternura. 

-Martina, tenías razón, tenías razón... 

La mujer parpadeó. Miró a Rossai a los ojos. Y una enorme lágrima esférica y traslúcida se formó en su lagrimal derecho. 

-PRARR... 

-Sí Martina, sí. Todos los que te atacaban lo hacían porque eran enemigos, porque sabían que habías llegado a la conclusión correcta... 

La lágrima bajó a plomo y mojó al gato negro que Martina acariciaba en su regazo. Sonrío. Parecía como si despertarse de un sueño. Se secó las lágrimas que se formaban con el revés de su mano. 

-¿De verdad? ¿Hice un buen trabajo? 

-Sí Martina, lo hiciste. 

-Gracias. 

Un fuerte aplauso resonó en el prado. Todos se pusieron en pie. Martina ya no lloraba.

***************

La sede de Pifier estaba tomada por los federales. Pero no encontraron a nadie con vida: todo el personal, que había sido obligado a vacunarse, yacía muerto en los diferentes departamentos. 

Todos muertos menos una persona. 

Encastillada en su despacho, la doctora Amy Berzos contemplaba una orquídea que ofrecía unas bellísimas flores colgando de su soporte de troncos. Llamaron a la puerta. 

-¡FBI, abra, doctora! 

No se había vacunado. El simulacro con la jeringa de aguja retráctil había funcionado a la perfección y toda su plantilla obedeció puesto que había que seguir el ejemplo de la jefa. 

-¡Abra, doctora! 

Suspiró. No había nada que hacer. Abrió la puerta y se entregó. 

Salieron del edificio atravesando el jardín. Alguien había abierto las jaulas de los animales del estabulario, así que ahora el jardín era un hervidero de conejos y macacos que gritaban disfrutando de su nueva libertad. Los ratoncitos albinos correteaban con rapidez entre los tulipanes. 

Esta vez levantaron sus ojitos rojos y, al fin, pudieron ver el cielo. 

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