martes, 17 de agosto de 2021

CAPÍTULO 18

Cangallo sostenía en su mano un corazón palpitante. Parecía un relieve azteca, de esos que muestran a un sacerdote practicando una incisión con su cuchillo de obsidiana en el pecho del sacrificado para extraer el órgano cardíaco. "Una pasta, una auténtica pasta gansa" - pensó. 

Le pasó el corazón a su compañero, un cirujano especializado en trasplantes. Él no dejaba de ser un modesto urgenciólogo que actuaba en esta ocasión como ayudante de quirófano. 

Por cada renegado capturado se obtenían beneficios increíbles: dos riñones, el hígado troceado gracias a su capacidad de regenerarse, el corazón, las córneas... Cangallo salivaba.

 Además, no estaba vacunado. Estaba tranquilo. Cumplió con el paripé poniendo fotos en Twitter del "pinchazo", aunque una vista aguda podía observar que la jeringa no tenía aguja. Pero la gente era muy crédula. Incluso aceptaron que un posterior análisis de anticuerpos diera negativo. "A veces pasa" - se excusó. 

A pesar de que había empezado en plan negacionista cuando intervenía en la televisión en los programas de Fríker, pronto le sugirieron que el futuro estaba en la colaboración con las autoridades: daba más dinero el miedo que el conocimiento.

Un estruendo interrumpió la intervención quirúrgica. Cangallo pegó un brinco mientras dejaba caer un bisturí. Un equipo de agentes de la Guardia Civil les apuntaba con sus armas. 

-Quedan detenidos. Y a ti, Cangallo, se te acabó el show. 

De entre los agentes avanzó un hombre: el doctor De Benito apareció con su amplia y sincera sonrisa, exclamando:

-¡Hemos vencido, pingüinos! 

Cangallo no pudo reprimir su odio mientras dos agentes lo esposaban:

- De Benito, tú eres... 

No supo qué decir. 

-Mejor trágate tus palabras porque me parece que los hechos hablan por sí mismos. Eres el diablo, Cangallo, y pagarás por lo que has hecho. Dios así lo quiere.

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