Sobre la mesa del quirófano, Ricard era ya solamente un cuerpo vacío. El doctor Cangallo había extraído su médula ósea con deleite. Uno a uno había retirado también todos los órganos y tejidos susceptibles de ser trasplantados: riñones, hígado, corazón, córneas...
- Reconozco que es duro a veces - le dijo su ayudante.
- Yo de ti procuraría no ir diciendo esas cosas por ahí. Hay personas, en especial las que nos pagan, a quienes no les gustaría escuchar ese tipo de consideraciones morales - Cangallo le miró a los ojos. El ayudante bajó la vista y pensó que más valía que se guardara sus pensamientos para sí mismo.
- Órdenes son órdenes, y si además de extraer la médula se puede ganar más dinero con los órganos para trasplantar, ancha es Castilla - Cangallo pensó que introduciría el tema del trasplante de órganos en tiempos de coronavirus en sus programas de las cadenas de televisión La Secta y Telecirco; un especial con su amigo Friker Jimenez en su canal de pago tampoco estaría de más.
Haber entrado a formar parte de la plantilla médica de Pifier había sido un pelotazo. Además de trabajar para este laboratorio, el doctor Cangallo se había hecho rico gracias a sus Frislis, unas láminas de silicona de colores que tenían múltiples funciones. Empezaron siendo protectores para zonas que debían ser tocadas por los labios, como vasos y copas, pero la variedad de artículos continuó y aparecieron Frislis para enfundar cuellos de botellas, cucharas, tenedores y todo tipo de utensilios de cocina. El summum del desarrollo del producto había llegado con los Frislis protectores de los labios vaginales en los peligrosos momentos del cunnilingus y con los Frislis de pene para las felaciones. Cangallo se había hecho de oro.
Dejaron al paciente exprimido y muerto en su soledad final. Salieron del quirófano y caminaron por un corto pasillo hasta llegar a una puerta con el letrero "Máxima seguridad" en letras rojas. La puerta se abrió automáticamente. Entraron en una antesala donde debían realizar todo el protocolo de colocación del equipo de protección individual.
En unos pequeños cubículos, varias personas de aspecto macilento y vestidas con batas de hospital esperaban su turno para recibir su trasplante de médula. Habían pasado por un proceso de quimioterapia dura para suprimir al máximo el número de células en las cuales el ARN mensajero de la vacuna hubiera conseguido insertarse con eficacia. El siguiente paso era recibir la médula regenerante de un donante. Sin preguntas.
- Acabamos de hacer lo peor y ahora nos consolaremos haciendo lo mejor. Yin y Yang, polaridad. Es lo que tiene trabajar en las trincheras - dijo Cangallo.
Accedieron a un quirófano. Un hombre estaba tendido en la camilla, anestesiado. Los potentes focos daban a la escena un resplandor divinal.
- Un poco mayor ya, ¿no?
- El emérito quiso ser de los primeros en vacunarse y será de los primeros en regenerarse. Por un buen amigo se hace lo que sea - dijo el doctor Cangallo. - Ha sido y es un toro, casi al nivel de Ramsés II, que vivió más allá de lo razonable en aquellos tiempos faraónicos. Pensábamos que no resistiría el proceso de "limpieza" con la quimio, pero ahí sigue. Por lo visto, él y su hijo están muy bien posicionados respecto a algunos asuntos que, por cierto, no son de tu incumbencia; ¡ni de la mía! Manos a la obra.
Aquella mañana había varias operaciones de trasplante de médula programadas. La siguiente les deparó una sorpresa.
-¡Miguel Bosé!
-Nunca digas de este agua no beberé ni con esta vacuna no me pinché. Aunque seas el rey de los negacionistas.
Cangallo río con ganas.
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