viernes, 20 de agosto de 2021

CAPÍTULO 21

 - ¿Y ahora qué haremos? 

Los renegados contemplaban el atardecer desde las montañas, que se iban tiñendo de una luz anaranjada. 

-Todo - dijo LaBola. - Todo lo que queramos o podamos hacer. En nuestras manos está el Segundo Origen. Hemos aprendido mucho como Humanidad: ahora se trata de escoger entre lo bueno y lo malo, apartar los errores y vivir. Estamos en disposición de empezar de cero. La civilización actual ha sido un error; ha gestado un Fin del Mundo y nosotros hemos sido testigos de ello. Pero ahora, conociendo el pasado, vamos a enmendar el futuro construyendo el presente con una premisa que no debemos olvidar jamás: la libertad del individuo basada en el conocimiento, la cultura y la bondad. ¡Podemos hacerlo! 

-Ardua tarea - susurró Wan. 

-No sólo podemos hacerlo, sino que no nos queda otra - sonrió LaBola intentando infundir ánimos en sus compañeros. 

El que había sido President de la Generalitat se levantó:

-¡Podemos declarar la independència de Catalunya! Un país nuevo, nacido de la concordia, la sostenibilidad, la resiliencia, el  respeto al medio ambiente y la eco... 

-Tu tiempo ya pasó, Aragonès; el tuyo y el de todos los politicastros que habéis detentado un poder que no os correspondía. - LaBola miró hacia el sol que ahora daba al ocaso de las laderas un color rosado. - Zenutrio, déjame tu Biblia. Porque tal vez muchos no lo sepáis, pero el Apocalipsis acaba bien. 

LaBola abrió la Biblia por el último libro del Nuevo Testamento y leyó:

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no existía ya. " 

"Y me mostró un río de agua de vida clara como el cristal que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle y a un lado y otro del río había un árbol de vida que daba doce frutos, cada fruto en su mes, y las hojas del árbol eran saludables para las naciones. No habrá ya maldición alguna y el trono de Dios y del Cordero estará en ella y sus siervos le servirán y, verán su rostro, y llevarán su nombre sobre la frente. No habrá ya noche ni tendrán necesidad de luz de antorcha ni de luz del sol porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos."


         FIN

jueves, 19 de agosto de 2021

CAPÍTULO 20

 Monasterio de Santa Maria de Serrateix. Berguedà.

Argimon observaba al boqueante Pitjà. Habían decidido refugiarse en el Monasterio de Santa María de Serrateix, emblemático lugar cuna de Catalunya, que había sido abadía benedictina. 

-Nos equivocamos - balbuceaba Pitjà. - Yo confié... 

Argimon tomó la mano de su agonizante colega. 

-¿Sabes que el vulgo te llama "mossèn  pandèmies"? 

Pitjà sonrío:

- Podría haber sido peor... 

- Hubieras sido un buen conseller de salud si hubieses sido militante de Esquerra Republicana en lugar de ser simpatizante de Junts x Cat. No fue una jugada maestra, Oriol. 

Un acceso de tos hizo que Pitjà se doblara sobre sí mismo. Se ahogaba. 

-Nos equivocamos todos y no hemos llegado a tiempo... tiempo. Nunca lo tuvimos. Nunca. 

Argimon contempló los retratos de los presidentes de la Generalitat que colgaban de las paredes de la sala. Él hubiera podido ser el 33 presidente, él hubiera sido mucho mejor que todos ellos... pero ya no había tiempo. 

Entre unos últimos estertores, Pitjà expiró. 

Argimon notó cómo ese ardor que hacía horas anidaba en sus pulmones ascendía hacia la tráquea. Tosió y esputó sangre. 

Arrancó un cortinaje de terciopelo rojo de una de las paredes y cubrió con él el cadáver de Pitjà. Descendió a la cripta; allí abajo, los sarcófagos de algunos de los principales próceres de Catalunya desde los tiempos más remotos guardaban un silencio dos veces milenario. Esas arcas de piedra sí que retenían el tiempo. El tiempo del Origen. El tiempo de la Dinastía Primordial: el conde Miró, la condesa Ava... 

-Vosotros tenéis el tiempo y aquí descansaré para siempre. 

Argimon se tendió sobre el suelo desnudo bajo el sarcófago que albergaba al conde Oliva Cabreta, nieto de Guifré el Pilós. Puso sus manos sobre el pecho y cerró los ojos. 

Su tiempo había terminado. 

miércoles, 18 de agosto de 2021

CAPÍTULO 19

 Un helicóptero aterrizó en el prado. De él salieron varios hombres. Uno de ellos mostraba una enorme sonrisa.

Frank fue el primero en reconocerlo. 

-¡Doctor de Benito! - y se lanzó a abrazarlo.

-¡Hola pingüinos! Os veo fenomenal.

-¿Trae noticias?

-Traigo una que os va a gustar. Han detenido al doctor Cangallo y a todos los que trabajaban para Pifier. Y hemos podido saber la verdad.

Se hizo el silencio. De Benito dejó de sonreír.

- Veréis: en las células, el ARN mensajero no está solo, sino que se rodea de unos pequeños péptidos catiónicos que ayudan a que los loops o lazos que se forman en la cadena de nucleótidos cuando bases complementarias se encuentran frente a frente sean más estables. Esto confiere al ARN mensajero una estructura perdurable que no se degrada con tanta facilidad como suponían los desarrolladores de Pifier. Los ensayos fueron demasiado rápido y hay cosas que no comprobaron, de manera que ese ARN mensajero de la vacuna ha tenido un comportamiento totalmente diferente al esperado. Hay un péptido, en concreto formado por cinco aminoácidos, que le permite su transcripción a ADN por una transcriptasa inversa de un herpesvirus que se ancla a él. 

-¿Ha dicho usted cinco aminoácidos? 

-Sí: prolina, arginina, alanina, arginina y arginina. Lo que en la nomenclatura abreviada moderna se lee PRARR. 

-¡Los aminoácidos de Martina! - Rossai corrió hacia donde Martina estaba sentada. - ¡Martina, tenías razón! ¡La secuencia de cinco aminoácidos que tanto te preocupó es la clave! 

Martina no reaccionó. Rossai la cogió por los hombros y la sacudió con ternura. 

-Martina, tenías razón, tenías razón... 

La mujer parpadeó. Miró a Rossai a los ojos. Y una enorme lágrima esférica y traslúcida se formó en su lagrimal derecho. 

-PRARR... 

-Sí Martina, sí. Todos los que te atacaban lo hacían porque eran enemigos, porque sabían que habías llegado a la conclusión correcta... 

La lágrima bajó a plomo y mojó al gato negro que Martina acariciaba en su regazo. Sonrío. Parecía como si despertarse de un sueño. Se secó las lágrimas que se formaban con el revés de su mano. 

-¿De verdad? ¿Hice un buen trabajo? 

-Sí Martina, lo hiciste. 

-Gracias. 

Un fuerte aplauso resonó en el prado. Todos se pusieron en pie. Martina ya no lloraba.

***************

La sede de Pifier estaba tomada por los federales. Pero no encontraron a nadie con vida: todo el personal, que había sido obligado a vacunarse, yacía muerto en los diferentes departamentos. 

Todos muertos menos una persona. 

Encastillada en su despacho, la doctora Amy Berzos contemplaba una orquídea que ofrecía unas bellísimas flores colgando de su soporte de troncos. Llamaron a la puerta. 

-¡FBI, abra, doctora! 

No se había vacunado. El simulacro con la jeringa de aguja retráctil había funcionado a la perfección y toda su plantilla obedeció puesto que había que seguir el ejemplo de la jefa. 

-¡Abra, doctora! 

Suspiró. No había nada que hacer. Abrió la puerta y se entregó. 

Salieron del edificio atravesando el jardín. Alguien había abierto las jaulas de los animales del estabulario, así que ahora el jardín era un hervidero de conejos y macacos que gritaban disfrutando de su nueva libertad. Los ratoncitos albinos correteaban con rapidez entre los tulipanes. 

Esta vez levantaron sus ojitos rojos y, al fin, pudieron ver el cielo. 

martes, 17 de agosto de 2021

CAPÍTULO 18

Cangallo sostenía en su mano un corazón palpitante. Parecía un relieve azteca, de esos que muestran a un sacerdote practicando una incisión con su cuchillo de obsidiana en el pecho del sacrificado para extraer el órgano cardíaco. "Una pasta, una auténtica pasta gansa" - pensó. 

Le pasó el corazón a su compañero, un cirujano especializado en trasplantes. Él no dejaba de ser un modesto urgenciólogo que actuaba en esta ocasión como ayudante de quirófano. 

Por cada renegado capturado se obtenían beneficios increíbles: dos riñones, el hígado troceado gracias a su capacidad de regenerarse, el corazón, las córneas... Cangallo salivaba.

 Además, no estaba vacunado. Estaba tranquilo. Cumplió con el paripé poniendo fotos en Twitter del "pinchazo", aunque una vista aguda podía observar que la jeringa no tenía aguja. Pero la gente era muy crédula. Incluso aceptaron que un posterior análisis de anticuerpos diera negativo. "A veces pasa" - se excusó. 

A pesar de que había empezado en plan negacionista cuando intervenía en la televisión en los programas de Fríker, pronto le sugirieron que el futuro estaba en la colaboración con las autoridades: daba más dinero el miedo que el conocimiento.

Un estruendo interrumpió la intervención quirúrgica. Cangallo pegó un brinco mientras dejaba caer un bisturí. Un equipo de agentes de la Guardia Civil les apuntaba con sus armas. 

-Quedan detenidos. Y a ti, Cangallo, se te acabó el show. 

De entre los agentes avanzó un hombre: el doctor De Benito apareció con su amplia y sincera sonrisa, exclamando:

-¡Hemos vencido, pingüinos! 

Cangallo no pudo reprimir su odio mientras dos agentes lo esposaban:

- De Benito, tú eres... 

No supo qué decir. 

-Mejor trágate tus palabras porque me parece que los hechos hablan por sí mismos. Eres el diablo, Cangallo, y pagarás por lo que has hecho. Dios así lo quiere.

lunes, 16 de agosto de 2021

CAPÍTULO 17

 Los agentes de la Guardia Civil habían montado un campamento en las inmediaciones. Allí reposaron todos los renegados, dentro de las cómodas tiendas de campaña. Dos niños que no habían caído rendidos de sueño preguntaban a los agentes sobre todo lo que veían. 

-Hay que cuidar especialmente a las criaturas. Me informan de que su médula está muy buscada para los trasplantes - dijo el teniente coronel. 

-¿Cómo está la situación? 

-Fatal. Los vacunados están cayendo como moscas. Los hospitales están desbordados. Las residencias de la tercera edad son un drama. Nos llamaron para vaciarlas de ancianos fallecidos, igual que la primera vez, pero es inútil. Ha sido imposible. Ahora sucede con mayor rapidez: unas molestias y a los pocas horas la muerte. Esas vacunas han sido el mayor error de la humanidad. Pero no sólo sucede aquí - y esto es información confidencial, los medios la desconocen: todos los países han registrado ya un descenso de la población del 50%. 

Rou tragó saliva. 

-¿Tanto? 

-Sí, y no parará hasta que se mueran todos los vacunados. Quizás algunos consigan vencer a la vacuna y se regeneren de manera natural; es su última esperanza. 

-La venganza de Gaia - murmuró Wan. 

-Y todo ha sido a causa la codicia humana - prosiguió el teniente coronel. - El virus solamente tenía una letalidad del 2 %. Casi todo el mundo lo pasaba como si fuera un resfriado, pero las farmacéuticas vieron el negocio del milenio y se lanzaron a conseguirlo. Pero les ha salido mal, muy mal. 

-En Barcelona conozco un lugar donde se practican en esos trasplantes - afirmó Frank con determinación. 

-Danos todos los datos que recuerdes. 

-Tenemos un aliado allí dentro, el doctor De Benito. Cuidadle, por favor, es una buena persona. 

-¿De Benito? Pero ¿qué hace el bueno de Luis jugándose el pellejo? - el guardia civil reía con ganas. - No podía ser de otra forma: es un guerrero de Dios.

*******************

"Se suspende la inoculación de la undécima dosis. Todas las citas quedan anuladas. Repito: se suspende la administración de la dosis número 11".

La megafonía ciudadana retruñía sobre el asfalto recalentado de la ciudad, pero nadie la oía. Los cuerpos yacían por todas partes conservando las posiciones que habían dibujado en el momento de caer al suelo. Algunos estaban sentados en los bancos de los parques; otros esperaban inútilmente, exánimes en la parada, la llegada de un autobús. En las entradas de los hospitales la imagen era dantesca: en su afán por acceder al interior, se habían abalanzado unos sobre otros para acabar formando montones de cuerpos informes. En las habitaciones, los aparatos de monitorización emitían pitidos en diferentes notas de la escala musical sin que nadie les hiciera caso.

Un médico, sentado en uno de los escalones de la entrada de Urgencias, se sujetaba la cabeza con las manos. 

-Malditos, lo habéis hecho, en vuestra arrogancia lo habéis hecho... 

Buscó su cartera y extrajo su falsa cartilla de vacunación. La miró con desprecio y la partió en mil pedazos.

domingo, 15 de agosto de 2021

CAPÍTULO 16

-¿Pero tú te aclaras con tanto túnel? - preguntó Wan.

-Sí, sí me aclaro - contestó LaBola.

Habían perdido la cuenta de las horas que llevaban caminadas por el laberinto subterráneo. La buena noticia era que aún no habían detectado señas de posibles polis perseguidores. Los túneles de los cátaros seguían siendo eficaces a pesar del paso de los siglos.

Pero los niños y algunas personas mayores empezaban a ponerse nerviosos. El cansancio y la falta de aire libre y de sol hacían mella. Nuri, la maestra, ya no sabía qué historia inventar para convencer a la chiquillería de que siguiera adelante. Los más pequeñitos, vencidos por el sueño, tenían que ser cargados por adultos.

-¿Falta mucho? - preguntó la maestra.

-Dos divisiones más del laberinto y llegaremos.

Wan animó a los renegados.

-¡Vamos, vamos, ya lo tenemos! ¡Un esfuerzo más! 

Y hablando en voz baja:

-¿En qué punto en concreto saldremos al exterior? 

-Os de Civís - dijo LaBola. - Geográficamente pertenece al Principat d'Andorra, pero un error administrativo muy antiguo dejó al pueblo fuera de la jurisdicción andorrana y es territorio español. Tengo unos amigos allí que nos ayudarán. 

Al fin alcanzaron una placita circular. De ella partían unos escalones tallados en la piedra que ascendían hacia la ansiada superficie. 

-Hemos llegado. 

En ese momento percibieron unos ruidos que procedían de la boca del  túnel que acababan de dejar atrás. Aún eran lejanos, pero no había duda de que algunos de los mossos habían encontrado la opción correcta entre las que les ofrecía el laberinto. 

-No perdamos tiempo, ¡vamos! 

A buen paso subieron la escalera de piedra. Con la luz de su linterna, LaBola iluminó una verja herrumbrosa cubierta de hiedra. Empujó con fuerza y la verja se abrió, dando paso a un bosquecillo de abetos. 

-¡Todos fuera, deprisa, deprisa! 

Avanzaron casi corriendo hasta llegar a un prado de hierba corta. 

-¿Todos bien? 

-Sí, todos estamos bien... 

Y entonces unos potentes focos iluminaron el llano. Las luces de una decena de vehículos todoterreno aparcados ante ellos les hicieron cerrar los ojos, deslumbrados. 

-No... nos han atrapado. 

Un lamento general se extendió entre los renegados. 

Un grupo de agentes estaba de pie ante los coches. La silueta de un hombre fornido destacaba entre todas las demás. 

LaBola se adelantó. Caminó hacia ellos. Y para sorpresa de todos, se fundió en un efusivo abrazo con el corpulento varón. 

-Sabía que estaríais aquí, mi teniente coronel. 

-¡Me encanta que los planes salgan bien, LaBola! La Benemérita nunca falla. 

En efecto, se trataba de un escuadrón de la Guardia Civil. 

-¡Todo OK, muchachos! - LaBola sonreía. - Os presento a Francisco Gálvez Hermoso de Mendoza, teniente coronel de la Benemérita, un viejo amigo. Estamos a salvo. 

-¿Pero ellos no son parte del sistema? -preguntó boquiabierta Marian. 

-Por supuesto que no, amiga - repuso el teniente coronel. - Ni nosotros ni el Ejército nos hemos vacunado. Hay que echarle redaños al asunto. 

De repente, detrás del grupo fugitivo aparecieron varios agentes de los mossos. 

-¡Quedan todos detenidos! ¡Mossos d'esquadra! 

-No tan rápido, mindundis. En este territorio los mossos no tenéis jurisdicción. ¿Veis esta línea que hay en el suelo? - el teniente coronel siguió con el haz de una linterna una marca de cal que separaba el grupo de renegados y la Guardia Civil de los agentes de la BRIMO. - Es la frontera con Andorra. Y la frontera la gestionamos nosotros, la Guardia Civil. Mal que os pese, aquí mando yo - el teniente coronel Francisco Gálvez Hermoso de Mendoza puso los brazos en jarras mientras sonreía con satisfacción - y estos individuos están ahora bajo mi supervisión. ¿Quién de vosotros os manda? 

Un agente de la BRIMO se destacó:

- Yo. 

El teniente coronel puso sus manos sobre los hombros del mosso:

- Y así, entre tú y yo, no quiero ver ni uno de vuestros putos helicópteros sobrevolando la zona, ¿de acuerdo? ¡Pues marchando por donde habéis venido! 


sábado, 14 de agosto de 2021

CAPÍTULO 15

 Mari Choni estaba sentada en la terracita del bar del barrio con su grupo de amigas. Todas iban teñidas de rubio, con esas raíces oscuras que delatan el verdadero color del pelo de las mujercillas. 

-Y lo que me costó convencer a la Trini de que se vacunara, que se le había metido en la cabeza que no y que no, oyes hasta que le dije que iba a matar a sus padres y a la abuela y que si no se vacunaba no le hablaba más en la puta vida. 

-Es que hay que ser idiota para no pincharse. Total, si no pasa nada; bueno, yo tuve 40 de fiebre, cagaleras, no podía con mi alma hasta una semana después, la regla me vino tres veces ese mes pero oye, que no pasa  pa los beneficios que tiene, que lo dice la Belén Esteban en "Sálvame". 

Mari Choni encendió un cigarrillo. Le costó un poco dar al botón del mechero porque las uñas largas al estilo "la Rosalía" eran un coñazo; de moda estarían, pero eran un verdadero coñazo. Dio una calada honda; en el filtro quedaron marcados sus labios pintados con tres capas de color carmín extreme

Y entonces la sintió: esa punzada en el pecho, ese dolor que había sido nada, unos pinchacitos a la altura del corazón unos días antes, pero que ahora era como si le clavaran un puñal en carnes vivas. 

-Mari Choni, ¿qué te pasa, guapi? 

Pero Mari Choni no sabía lo que le pasaba, ni lo sabría nunca. Lo último que vio antes de morir fueron los dibujitos del mantel de papel donde fue a parar su rostro cuando se desplomó. 

viernes, 13 de agosto de 2021

CAPÍTULO 14

 Un silbido sonó a la entrada del valle. 

-¡Es Frank, ha vuelto! 

Un nutrido grupo de renegados madrugadores salió a su paso para darle la bienvenida. Estaba amaneciendo. 

La noticia se extendió por el poblado. A los pocos minutos se sentaron todos en la placita de reuniones. Frank, de pie en un extremo de la Asamblea, empezó a explicar su aventura. Todos escucharon atentos. Y a medida que Frank iba narrando lo sucedido, se fueron indignando. 

-No se puede hacer nada sin el carnet de vacunación. No se admite dinero en efectivo. Cualquier gestión es telemática. 

-Control total - dijo Abel, mirando al suelo. 

-1984 - Noa cogió una piedra y la lanzó con rabia hacia la montaña. 

-Entre el gobierno del Mal hay islitas de esperanza. El doctor De Benito está ayudando a escapar a quienes son engañados para sacarles la médula... 

-De Benito, el médico bueno - Rossai juntó las manos a la altura del pecho en señal de agradecimiento. 

Frank no sabía cómo comunicarles la sospecha final. 

-El problema es que un convoy de los Mossos ha enfilado hacia aquí. Ahora están en Talarn, pero no sé, no me gusta, habrá que estar atentos...

El sol se había levantado sobre el horizonte, aunque sus rayos aún no alcanzaban el fondo del barranco. En ese momento, el ruido de un helicóptero resonó entre los acantilados. 

-¡Escondéos, escondéos, vienen a por nosotros! 

Un potente foco salido de la panza del helicóptero iba recorriendo el barranco.

-¡Mierda, mierda, mierda, todos al túnel, al túnel! - bramó Abel. 

LaBola subió al aprisco de las cabras y abrió la puerta del corral. Ellas y las gallinas no tendrían problemas para sobrevivir. Todos corrieron a recoger las pocas pertenencias de valor que pudieran transportar. Los niños estaban ya entrenados gracias a los simulacros de evacuación que habían realizado periódicamente y para ellos aquello era una actividad lúdica más, así que en pocos minutos todos los renegados fueron desapareciendo del alcance del helicóptero. Todos iban siendo tragados por la boca de un túnel escondido a pocos metros de la plaza de reunión. 

Cuando todos estuvieron dentro del túnel, los más fuertes bloquearon la entrada con una enorme piedra. La roca tenía unas hendiduras que encajaron a la perfección en unos pivotes del suelo al hacerla rodar: quedó anclada. Unos pasos más adelante se amontonaban provisiones que estaban preparadas para ser transportadas en mochilitas. Cada uno cogió una y se la colocó en la espalda. Había también luces frontales, mecheros y linternas. 

-Aunque la piedra es grande y ha quedado perfectamente encajada, la bofia no tendrá problemas para dinamitarla si es preciso, así que ¡en marcha! 

Con paso ligero fueron avanzando por el túnel. Hacía frío dentro. El techo del pasadizo era bajo, de piedras talladas de forma irregular, pero la marcha resultaba cómoda. 

Anduvieron unos 500 metros cuando llegaron a una bifurcación. 

-A la izquierda - dijo LaBola. - Sobre todo, los que vayáis los últimos supervisad que no quede ningún rastro que delate la opción que hemos tomado. 

El suelo de piedra viva no retenía ninguna huella de pasos, pero algún resto, papelillo, jirón de ropa podría dar una pista a los polis. 

Llegaron a otra división del túnel. Esta vez se ofrecían tres opciones. 

-Fantástico - dijo Abel -, es un laberinto. 

-Nuestros amigos los cátaros nos dejaron una excelente red de caminos, unos por la superficie y otros subterráneos. Os recuerdo que a ellos los querían quemar en las hogueras inquisitoriales, así que tuvieron que agudizar mucho el ingenio. Y a quienes nos gusta la historia medieval nos han dejado un legado muy valioso. Y útil. Es el de la derecha - LaBola señaló la boca oscura a su diestra. 

A los 200 metros, otra bifurcación. 

-Si la bofia revienta la entrada, se harán un lío - dijo Rou. 

-De esto se trata. Aunque vengan varios maderos, tendrán que dividirse para explorar todas las opciones. 

-¿Qué longitud tiene la red de túneles? - preguntó Marian. 

-Depende de adónde quieras llegar - respondió de manera enigmática LaBola. 

-¿Eso no se lo dice el Gato de Cheshire a Alicia en el País de las Maravillas? 

-Sí, Viscoelástica, y es verdad. La red subterránea atraviesa todo el Pirineo. Montsegur, Rennes-le-Ch^ateau... nosotros intentaremos llegar a Os de Civís. 

Abel la cogió del brazo y le susurró al oído:

-¿Te das cuenta de que hagamos lo que hagamos estamos perdidos? 

-Moriré matando, Abel, y lo sabes. Y además hay una esperanza. 

-Dime cual es, necesito escuchar algo así.

 Bajaron aún más la voz para que ninguno de quienes les seguían les escucharse. 

-El remedio ha sido peor que la enfermedad. Por lo que dice Frank, necesitan como sea localizar a los "puros". Es curioso: puros es como llamaban a los cátaros en Occitània - sonrío para sí. - Si necesitan médula limpia, eso significa que la proteína de la espícula S ya ha empezado su labor priónica. A los vacunados no les queda mucho tiempo de vida. 

-Y entonces, "los últimos serán los primeros"... 

-Sí. Los repudiados, los apestados, los leprosos, seremos la Nueva Humanidad. 

jueves, 12 de agosto de 2021

CAPÍTULO 13

 Frank salió por la puerta del túnel que lo llevó del sótano a la calle Entença. Justo delante, encontró aparcada la moto que le había indicado el doctor De Benito. En el portaequipajes encontró un casco. Se lo colocó, montó y la puso en marcha. 

Prudencia, con mucha prudencia para no cometer ninguna infracción, puso rumbo a la Diagonal. Dejaba atrás la urbe inhabitable. Miraba a la gente caminar, autómatas sin alma que habían aceptado todas las normas que el Poder había querido imponerles, policías de sí mismos y del prójimo, delatores, cobardes. Enfiló la A2. El sol poniente era rojo y globular, oblongo y fatigado, rodeado de esa bruma azulada que flotaba siempre en Barcelona a pesar de las imposiciones medioambientales, como un flujo que exudaba de la propia decadencia humana. 

Vigilaba escrupulosamente para mantenerse por debajo de la velocidad máxima permitida. Iba adelantando a vehículos más lentos: furgonetas de reparto, algún camión cargado con contenedores de reciclaje. Al oeste, siempre hacia el oeste. 

De repente, a la altura de Cervera, se encontró con un convoy de los Mossos d'esquadra. De manera instintiva apretó la palanca del freno. Se serenó con rapidez: ninguna maniobra brusca, ninguna acción que delatara nerviosismo. El convoy formado por las furgonetas antidisturbios de las BRIMO avanzaba a poca velocidad. Frank aceleró y les adelantó. Quiso contar las furgonetas, pero su atención se centró en adelantarlas sin cometer ningún error. ¿A dónde iban y que tenían pensado hacer? Tuvo una mala sensación en la boca del estómago. Se tranquilizó pensando que era hambre y sed. 

Decidió parar al llegar a las afueras de Tremp, en un descampado que antes fue el aparcamiento de un centro comercial ahora abandonado. Sacó de la bolsa los bocadillos y las latas de refresco que le diese De Benito; pensó que no le entraría ni un bocado, pero después del segundo mordisco comprendió que su estómago admitiría más cantidad de materia de la que había supuesto. 

Se tomó su tiempo. Ya era de noche, pero la luna llena daba suficiente luz para identificar todo el paisaje a media distancia. Canturreó el "Born to be wild". 

Y entonces las vio: unas luces blancas en línea avanzaban por la carretera. El convoy de los Mossos había seguido la misma ruta que él. Observó con atención, con las pulsaciones en aumento, cómo se desviaban hacia la carretera que llevaba a la base militar de Talarn. Iban a acampar allí, a buen seguro, para pasar la noche. Eso le permitía  llegar al poblado rebelde y dar aviso a sus compañeros. 

Se puso en marcha.

miércoles, 11 de agosto de 2021

CAPÍTULO 12

 Generalitat de Catalunya.

Argimon recibió en su despacho a Oriol Pitjà. No confiaba en aquel médico que había intentado sin éxito infiltrarse en la política catalana, pero las órdenes de la doctora Berzos eran indiscutibles: había que acelerar el proceso de extracción de médula y para ello era imprescindible localizar a los renegados no vacunados. 

Se estrecharon las manos de esa manera blanda que usan algunas personas y que transmite escasa fiabilidad. 

- Espero que haya tenido un buen viaje, Oriol. 

-Sí sí, muy bueno - dijo el médico con aquella sonrisa invertida que le caracterizaba y que le daba un aspecto de insatisfacción permanente. 

- Estamos captando a todos los que acceden a presentarse de manera voluntaria, pero no será suficiente - dijo Argimon. Miró un mapa de Catalunya colgado en la pared. - Están dispersos por toda la geografía catalana, en núcleos pequeños. Con las Brigadas Móviles de los Mossos los capturaremos con facilidad, aunque tardaremos un tiempo.

 Pitjà se preguntaba si Argimon estaba al tanto de toda la operación desarrollada por Pifier. Aquel hombre alto, enjuto y con una permanente expresión de mala leche mezclada con prepotencia era una muralla que no dejaba traslucir ninguna emoción que pareciera sincera. 

-Vamos a empezar por la provincia de Lleida. Las zonas montañosas son ideales para los nidos de rebeldes. Ya se escondieron allí los cátaros en la Edad Media y no les sirvió de nada - el Conseller de Salut clavó con rabia una chincheta roja sobre La Pobla de Segur. 

Un hombre vestido de mosso d'esquadra entró en el despacho sin llamar. El mayor Trapero, con su eterno rostro inexpresivo, no saludó. 

- Las BRIMO están listas. Empezaremos recorriendo de sur a norte los valles de los principales ríos: el Llobregat, el Segre, la Noguera Pallaresa y la Noguera Ribagorzana - iba señalando las localizaciones en el mapa. - Peinaremos Catalunya palmo a palmo. 

Pitjà se dio cuenta de que el mayor lucía un pin multicolor en la solapa de su camisa azul, justo al lado del institucional de la Generalitat.

 Agenda 2030. 

-Las unidades están listas. Salimos a las 20 pm - miró su reloj. - En media hora.

martes, 10 de agosto de 2021

CAPÍTULO 11

 Frank intentaba mantener la calma. Concentró su atención en el análisis de todos y cada uno de los objetos que formaban parte de aquella habitación. Le inquietaban los armarios llenos de cajas de cartón que suponía repletas de todo tipo de sustancias de enigmáticos efectos sobre el organismo. 

La puerta volvió a abrirse. Una persona enfundada en un equipo de protección individual entró con prisa empujando una camilla. Esperó a que la puerta se cerrara y se quitó la escafandra: un rostro afable aunque no exento de determinación le sonrío. 

-¡Hola pingüino! 

- ¡Doctor De Benito! ¿Pero qué hace usted aquí? 

-He venido a salvarte, hijo. Así que no perdamos tiempo. Te lo explicaré cuando estemos fuera de aquí. 

Abrió los cierres que mantenían preso a Frank a la silla con una llave electrónica. 

-Ahora colócate en la camilla y hazte el inconsciente. Es muy importante que te mantengas así durante todo el trayecto hasta que te saque de aquí. 

Frank se tendió en la camilla. El doctor De Benito se colocó de nuevo la escafandra y empujó la camilla hacia la salida. 

El recorrido por varios pasillos acabó frente a la puerta de un montacargas. De Benito pulsó un botón y descendieron a los sótanos. El montacargas se detuvo. De Benito empujó la camilla y salieron a una oscura placilla subterránea, apenas iluminada por unas somnolientas y verdosas luces de seguridad. 

-Listo, estamos en el sótano. Ven. 

Frank saltó de la camilla y con paso ligero alcanzaron una puerta de servicio. De Benito la empujó y un largo y oscuro pasillo se abrió ante ellos. 

-Toma este mechero para alumbrarte. Si caminas unos 500 metros llegarás a una salida de emergencia. Saldrás a la calle Entença. 

Bajó la cremallera de su EPI y entregó a Frank una bolsa con algunos botellines de refresco, tres bocadillos y un llavero. 

-Son las llaves de una motocicleta. Justo enfrente de la salida, en una plaza de parking de la Zona Azul encontrarás una moto aparcada. No pares hasta que salgas de Barcelona - y dando un fuerte abrazo a Frank añadió: - No dejéis que os atrapen. 

- Pero usted... 

- Yo tengo que quedarme aquí para salvar todas las vidas que pueda. ¡Debo ayudar a los pingüinos! Tengo un aliado especial: gozo de la protección de Dios, que ya dijo en Isaías 54, 15: "si te atacare alguno, no será de parte mía y quien te ataque caerá ante ti."

Frank abrazó otra vez al buen doctor que tan vehementemente había defendido siempre a los pacientes frente a los abusos del sistema. 

- ¡Y sonríe, pingüino, sonríe! 

Frank se introdujo en el túnel. Volvería al campamento de inmediato. Ya había visto suficiente. 

lunes, 9 de agosto de 2021

CAPÍTULO 10

 Sobre la mesa del quirófano, Ricard era ya solamente un cuerpo vacío. El doctor Cangallo había extraído su médula ósea con deleite. Uno a uno había retirado también todos los órganos y tejidos susceptibles de ser trasplantados: riñones, hígado, corazón, córneas... 

- Reconozco que es duro a veces - le dijo su ayudante. 

- Yo de ti procuraría no ir diciendo esas cosas por ahí. Hay personas, en especial las que nos pagan, a quienes no les gustaría escuchar ese tipo de consideraciones morales - Cangallo le miró a los ojos. El ayudante bajó la vista y pensó que más valía que se guardara sus pensamientos para sí mismo. 

- Órdenes son órdenes, y si además de extraer la médula se puede ganar más dinero con los órganos para trasplantar, ancha es Castilla - Cangallo pensó que introduciría el tema del trasplante de órganos en tiempos de coronavirus en sus programas de las cadenas de televisión La Secta y Telecirco; un especial con su amigo Friker Jimenez en su canal de pago tampoco estaría de más. 

Haber entrado a formar parte de la plantilla médica de Pifier había sido un pelotazo. Además de trabajar para este laboratorio, el doctor Cangallo se había hecho rico gracias a sus Frislis, unas láminas de silicona de colores que tenían múltiples funciones. Empezaron siendo protectores para zonas que debían ser tocadas por los labios, como vasos y copas, pero la variedad de artículos continuó y aparecieron Frislis para enfundar cuellos de botellas, cucharas, tenedores y todo tipo de utensilios de cocina. El summum del desarrollo del producto había llegado con los Frislis protectores de los labios vaginales en los peligrosos momentos del cunnilingus y con los Frislis de pene para las felaciones. Cangallo se había hecho de oro. 

Dejaron al paciente exprimido y muerto en su soledad final. Salieron del quirófano y caminaron por un corto pasillo hasta llegar a una puerta con el letrero "Máxima seguridad" en letras rojas. La puerta se abrió automáticamente. Entraron en una antesala donde debían realizar todo el protocolo de colocación del equipo de protección individual. 

En unos pequeños cubículos, varias personas de aspecto macilento y vestidas con batas de hospital esperaban su turno para recibir su trasplante de médula. Habían pasado por un proceso de quimioterapia dura para suprimir al máximo el número de células en las cuales el ARN mensajero de la vacuna hubiera conseguido insertarse con eficacia. El siguiente paso era recibir la médula regenerante de un donante. Sin preguntas. 

- Acabamos de hacer lo peor y ahora nos consolaremos haciendo lo mejor. Yin y Yang, polaridad. Es lo que tiene trabajar en las trincheras - dijo Cangallo. 

Accedieron a un quirófano. Un hombre estaba tendido en la camilla, anestesiado. Los potentes focos daban a la escena un resplandor divinal.

- Un poco mayor ya, ¿no? 

- El emérito quiso ser de los primeros en vacunarse y será de los primeros en regenerarse. Por un buen amigo se hace lo que sea - dijo el doctor Cangallo. - Ha sido y es un toro, casi al nivel de Ramsés II, que vivió más allá de lo razonable en aquellos tiempos faraónicos. Pensábamos que no resistiría el proceso de "limpieza" con la quimio, pero ahí sigue. Por lo visto, él y su hijo están muy bien posicionados respecto a algunos asuntos que, por cierto, no son de tu incumbencia; ¡ni de la mía! Manos a la obra. 

Aquella mañana había varias operaciones de trasplante de médula programadas. La siguiente les deparó una sorpresa. 

-¡Miguel Bosé! 

-Nunca digas de este agua no beberé ni con esta vacuna no me pinché. Aunque seas el rey de los negacionistas. 

Cangallo río con ganas.

domingo, 8 de agosto de 2021

CAPÍTULO 9

 La sala era blanca y metálica, sin ventanas. Frank estaba atado a un sillón de exploración. Dos personas ataviadas con equipos de protección individual tomaban notas mientras hablaban entre ellos. Le habían extraído sangre, varios tubos. 

- Ni antígenos ni anticuerpos, está limpio. 

 Los dos individuos se quitaron las escafandras. 

- Así que eres un "puro", un no vacunado. 

Frank no contestó. 

- Será mejor que colabores porque aquí, como comprenderás, tenemos todos los medios para hacerte hablar aunque no quieras. 

- No, no estoy vacunado. 

- Bien, ¿dónde vives? 

Frank había tenido tiempo para pensar lo que iba a decir sin mostrar vacilaciones y resultar creíble. 

- En un pueblo abandonado de Tarragona. 

- ¿Qué pueblo? 

- No sé el nombre, no hay ningún letrero. 

- ¿Quién más vive allí? 

- Nadie, estoy solo. 

- ¿Y qué has venido a hacer aquí? 

- He escuchado que buscáis a no vacunados. Estoy harto de estar solo, eso no es vivir. Y quiero ayudar. 

- Muy altruista. ¿Y ese código QR que llevabas? 

- De un amigo muerto. Se cayó por un barranco. 

El hombre tomó nota, hizo una seña a su compañero y salieron del habitáculo.

    ********************

"Aquellos ciudadanos y ciudadanas no vacunados que deseen integrarse en la plena normalidad deben dirigirse a los centros de atención primaria. No se les multará ni se les recriminará su actitud pasada. Su colaboración es esencial." 

El mensaje se repetía por radio, televisión, la megafonía habilitada en las calles y en redes sociales. Empezaron a acudir personas que habían estado escondidas. Se le recibía con una sonrisa, con agradecimiento. Se les tomaban los datos personales. Se buscaban en el ordenador. Se les solicitaba amablemente que dieran su consentimiento para practicarles una revisión médica completa. Se les daba alojamiento y manutención gratuitos mientras duraran los estudios. Ante estos dispendios, los rostros se distendían, aparecían sonrisas y suspiros de descanso. Los negacionistas iban volviendo al redil y no sólo no eran represaliados, sino que se les trataba con toda amabilidad. Eso era una sociedad democrática y avanzada.

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Ricard era uno de los arrepentidos. Intentaba sepultar bajo el amparo del alivio cierto regusto a traición a sus principios. Apartó esa idea de su cabeza. Hizo lo que debía hacer. Había estado equivocado, mal influenciado por negacionistas; sí, ahora estaba obrando como debía. Por eso acudió presto cuando recibió un SMS de Salud.cat que le convocaba para una revisión en el centro de atención primaria. Le practicaron unas analíticas y le dijeron que esperarse el resultado. 

Un enfermero entró en la sala de espera y pronunció su nombre: 

- ¿Ricard Maxencs? Ven conmigo, por favor. 

Le acompañó hasta el ascensor. Entraron. Ricard observó que el hombre pulsaba el botón del segundo sótano, pero no dijo nada. Al abrirse las puertas, Ricard se encontró frente a una ambulancia con el portón lateral abierto. Le invitaron cortesmente a subir y tenderse en la camilla. Una punzada de nervios le recordó que tenía estómago, pero obedeció con una sonrisa. El portón se cerró y el motor de la ambulancia se puso en marcha. El enfermero le dio instrucciones:

- Colócate en la camilla. Veo en el informe que ya te han realizado las pruebas de antígenos, anticuerpos y una PCR - ojeó un portafolios. - Limpio. 

Ricard se recostó en la camilla. Suspiró hondo. 

- ¿Estás nervioso? 

- Un poco sí, la verdad. 

- Pues vamos a solucionar eso. Toma. 

- ¿Qué es? 

- Un calmante. 

- No, gracias, no es necesario. 

- Es por tu bien... 

El enfermero le tendió un vaso de agua. Ricard sudaba pero pensó que no tenía nada que temer. Se puso la pastilla en la boca pero se le quedó pegada en la lengua. Tuvo que tomar varios sorbos del vasito para que la píldora pudiera pasar a través de su faringe. 

- Buen chico - el enfermero dio dos golpes en la pared que le separaba del conductor. La ambulancia arrancó. 

Ricard empezó a comprobar que el mundo no era tan constante como pensaba. La materia se onduló ante sus ojos formando vórtices de colores. 

- Avisa a Cangallo de que vamos para allá - fue lo último que pudo escuchar. 

sábado, 7 de agosto de 2021

CAPÍTULO 8

- Voy a ver cómo está la situación - Frank se ofreció con convencimiento. - Me fío de Ligth: si dice que sus códigos QR son buenos, me lo creo. 

- Es muy arriesgado - dijo Abel. 

- Hay que comprobar qué está pasando. 

Se hizo un silencio. Era de madrugada. No podían dormir. La hoguera iluminaba los rostros con los últimos rescoldos de unos troncos de encina. 

- ¿Sabrán dónde estamos? 

- Son muy torpes, LaBola, pero no inútiles del todo. Si se lo proponen, nos encontrarán; incluso es probable que ya nos tengan localizados pero nos toleren. Quizás siempre han pensado que alguna vez necesitarían a los puros para regenerar su maltrecho genoma. - Abel miraba con fijeza las brasas. 

- Decidido: al amanecer me pongo en marcha. 

**********************

Un coche gris se detuvo 50 metros por delante de donde Frank hacía autostop. Corrió trastabillando con sus zapatillas de deporte desgastadas. 

- ¿Adónde vas? - preguntó el conductor. 

- A Barcelona. 

- ¿Certificado? 

Frank sacó un papel del bolsillo y enseñó el código QR. 

- ¿Mascarilla? 

Obediente, Frank extrajo una de otro bolsillo y se la puso. 

- Sube. 

El conductor reanudó la marcha. A Frank le agradó la envolvente comodidad del coche. 

- Estás un poco atrasado, chico. Lo más moderno ahora son las pulseritas identificativas, pasas sin problema a todas partes. Incluso hay gente que se ha tatuado su QR en el brazo o en la mano. Messi se lo ha tatuado en la frente. 

Por fortuna el viaje discurrió entre conversaciones triviales. Entraron en Barcelona por la Diagonal. 

- ¿Dónde te dejo? 

- Aquí en Palau Reial ya me vale, gracias. 

La Zona Universitaria estaba muy poco transitada; esto le permitiría familiarizarse de manera más calmada con la nueva normalidad urbana. Todas las tiendas y restaurantes tenían a la entrada un lector QR. En carteles con caracteres enormes se anunciaba que era imprescindible hallarse al día de las dosis vacunales para acceder al local. 

En las facultades universitarias era igual: para entrar había que alimentar al lector con el código de la Carta Verde. 10 dosis eran requeridas, el mes que viene se iniciaba la inoculación con la número 11. Observó los rostros de la gente: aceptación, rutina, normalidad. Nueva Normalidad. 

Avanzó por la Diagonal hacia el centro. El tranvía, los autobuses, el metro. Para acceder al transporte público era preciso el código. Cines, teatros, consultas médicas, entidades bancarias: o código o nada. Frank llevaba dinero en efectivo: las cuentas corrientes de quienes no se habían querido vacunar habían sido bloqueadas. No vacuna= no dinero. "Cabrones" - pensó. La medida ni siquiera levantó la más mínima protesta. Las masas adoctrinadas lo aceptaron todo. Por solidaridad, decían. Todo el mundo iba con mascarilla por la calle: habían instaurado su obligatoriedad, como había quedado implantado el toque de queda nocturno para siempre. De repente, resonó por encima de su cabeza la megafonía urbana:

"Ciudada y ciudadano: recuerda que debes entrar en la web de CatSalut para comprobar tu fecha y lugar de vacunación. En caso de que desees cambiar la fecha, introduce tu DNI, número de tarjeta sanitaria y escanea el iris de tu ojo derecho." 

Ya no se podía vivir sin un teléfono móvil. Los renegados por supuesto habían visto capadas sus líneas telefónicas y sus conexiones a Internet. En el poblado, solamente Light, desde su ordenador pirata conectado vía satélite a vete a saber qué servidores más piratas aún podía mantenerse en contacto con el ciberespacio. 

Tenía hambre. Se sentó en un banco y extrajo de la mochila un bocadillo de pan y queso de cabra. Al momento, un agente de Seguridad Pandémica se aproximó airado:

- Está prohibido comer y beber en la vía pública. Enséñame el código. 

Frank se quedó helado. Sacó el papel y lo mostró. El agente lo pasó por un lector: era la prueba de fuego. Un indicador de verificación correcta se escuchó. 

- Has acumulado la primera sanción. A la segunda tendrás que asistir a un Campus de Ciudadanía para refrescar las medidas pandémicas. Ten cuidado. 

El agente, un chico espigado y con una mascarilla con la bandera catalana en una mitad y la cara de Ada Colau en la otra se alejó dando saltitos. 

Frank tenía la boca seca: la vigilancia estaba más extendida de lo que pensaba. Tenía hambre y sed pero no podía exponerse a ser denunciado de nuevo y tener que ingresar en un campus de reciclaje. Pensó que el código QR falso había pasado la prueba de detección oficial, así que decidió ir a comer a un restaurante. Tocó la cartera con los billetes y las monedas que llevaba en el bolsillo del chaleco y caminó un poco más, hasta llegar a un local que le hizo gracia:  "Mandarina Duck, un antro para pijos y yo con estos pelos" - pensó. Pero la sed  acuciaba y ya había comprobado que las fuentes públicas estaban clausuradas. Entró en el restaurante y se sentó en una mesa cerca de la puerta. Una carta metida entre dos láminas de metacrilato mostraba todas las exclusivas delicias que ofrecía la franquicia. 

Todos los camareros llevaban mascarillas, incluso algunos pantallas faciales protectoras. Una pizpireta pelirroja se acercó dispuesta a tomar nota de sus necesidades gastronómicas. 

- ¿Qué va a ser? 

Imposible saber si sonreía. La vocalización estorbada por el grueso tapabocas incomodó a Frank. 

- Una cerveza muy fría y una hamburguesa con cebolla y pepinillo y patatas fritas.

Se iba a dar un homenaje de comida basura. Hacía tanto tiempo que no la probaba que no haría que aumentasen ni sus triglicéridos ni sus niveles de colesterol. La camarera no tardó mucho en depositar sobre la mesa los manjares solicitados. 

- Que aproveche. 

- Gracias. 

Frank se quitó la mascarilla y absorbió con ansia la cerveza. La jarra estaba entelada por la condensación de la humedad ambiental en el cristal helado. Saboreó el trago; casi lloró. La hamburguesa estaba deliciosa. Artificialmente tierna, artificialmente sabrosa, pero deliciosa. 

- ¿Algo más? - retornó la camarera, retirando los restos de la comida. 

- Un helado de caramelo y un café irlandés. 

La comilona iba a ser gloriosa. Se lo merecía. El caramelo brillaba opalescente sobre la emulsión de nata montada. Sorbió el helado con fruición. 

El café era aromático, denso, espumoso. Miró el platito con la nota, abrió su monedero, contó los billetes necesarios y dejó tres monedas de propina. Cuando la camarera volvió, Frank observó que sus ojos se abrían en un gesto de extrañeza. Quizá se había excedido con la dádiva. 

- Oh, bien, gracias - se retiró con rapidez. 

Frank apuró el café. Inspiró hondo antes de volver a colocarse la mascarilla y justo cuando iba a levantarse de la silla, dos agentes de policía entraron en el local. 

- Eh, tú, vamos, quedas detenido. 

- Pero, ¿qué pasa? - Frank levantó las manos en señal de inocencia. 

- Calla y arreando - un agente le agarró del brazo y lo arrastró con malos modos. 

Salieron a la calle y lo metieron de un empujón en un furgón negro. Antes de cerrar el portón, uno de los agentes le dijo:

- Ya nadie paga en efectivo, colega. Prohibido. 

El portón se cerró y Frank se quedó a oscuras. 

"Mierda" - pensó. 

viernes, 6 de agosto de 2021

CAPÍTULO 7

 Jordi no se encontraba bien. Estaba practicando senderismo cuando empezó a marearse. Se detuvo. 

Miró su reloj inteligente: las constantes vitales eran correctas. Sacó de su bolsillo un medidor de saturación de oxígeno y se pinzó el índice con él; el dato que le devolvió la pantalla no le gustó, demasiado baja. Al momento, las pulsaciones empezaron a aumentar. "Tranquilo - pensó -, cálmate, no es más que ansiedad, respira hondo y lento, hondo y lento..." 

Allí, cerca ya del camino de ascenso a la Pica d'Estats, estaba solo. Era un día laborable y el mal tiempo que amenazaba tormenta había hecho desistir a los urbanitas aficionados coleccionistas de retos montaraces. Siguió respirando hondo, pero las pulsaciones aumentaron. Taquicardia. Se sentó en el suelo, dejó a un lado la mochila y se tendió mirando al cielo. Las nubes desfilaban amenazantes sobre él. Una gruesa gota de lluvia le estalló en una mejilla. "Me ahogo" - fue lo último que pudo pensar. 

Lo encontraron muerto con la mirada fija en el firmamento, como los albinos ratoncitos de laboratorio de Pifier.

*******************************

-La información que obtengamos de los medios de comunicación no sirve. Tráeme al Molt Honorable President; quiero que me diga todo lo que sabe. - Abel estaba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho. Había que pasar a la acción. 

A los pocos minutos llego Aragonés escoltado por Noa.

-Querido Cigronet, ahora vas a explicarnos todo, y he dicho todo, lo que sabes sobre la pandemia. Cuando llegaste aquí recuerdo que dijiste que "Argimon lo sabe". ¿Qué es lo que sabe Argimon? 

El Molt Honorable President estaba irreconocible. Se había dejado crecer más la barba y el pelo se le encrespaba en un melenar estilo afro. Estaba muy bronceado; parecía un David bíblico. 

-Las vacunas no funcionan; es más, hay gente que se pone enferma y empeora más rápido. Hasta ahora se ha podido ocultar porque la causa de muerte se atribuye a otra patología. Se trata de no provocar el pánico en la ciudadanía. En los medios de comunicación se disimula bien presentando estadísticas enrevesadas; así la gente se pierde en números absolutos, relativos y discuten entre ellos. ¡Divide y vencerás! Negacionistas y ortodoxos se pelean entre ellos y nosotros podemos hacer lo que consideramos oportuno. 

-¿Monitorizais las redes sociales? 

-Por supuesto. Decirte por ejemplo que el mayor Trapero es Tabarnia en Twitter, Argimon es JuliVResistencia y la ex consellera Vergés es Santiagoycierra: pero ha cerrado la cuenta por estrés. 

-¿A qué nivel funcionan los pasaportes verdes? 

-Son imprescindibles para cualquier actividad. Sin ellos no se puede comprar, vender ni viajar. 

-Rollo la marca de la bestia. 

Alguien gritaba. Prestaron atención:

-¡Arrepentíos, pecadores, el fin de los días se acerca, arrepentíos! 

-Los vaticinios de Zenutrio nos vienen como anillo al dedo. Apocalipsis de San Juan - dijo LaBola. 

Un hombre enjuto, con una larga barba blanca y el pelo largo hasta la cintura, vestido con una tela de saco ceñida con una cuerda de esparto agitaba una campana budista con una mano, mientras sostenía una Biblia con la otra. 

-Era el dueño de un bar en Salou, así que imagínate cómo ha quedado después de confinamientos varios y toques de queda. Ha enloquecido - Noa movió la cabeza con pesar. 

LaBola le llamó:

-Zenutrio, déjame la Biblia, por favor. 

Rossai llegó corriendo con aspecto agitado. 

-LaBola, ¿qué cereal era el que usaban para curar el mal del Fuego de San Antón? 

-Trigo candeal, pero no crece por aquí. Además no era el cereal lo que curaba. Resulta que con el centeno con el que elaboraban el pan en aquellos tiempos medievales, de regalo venía el hongo Claviceps y su psicótropo flipante. Usando trigo en vez de centeno, asunto resuelto. 

-Es que hay algunos del grupo de Médicos por la Verdad, los que se encargan de hacer el pan para la comunidad, que tienen síntomas de ergotismo. 

-Ya les dije que vigilaran con qué hacían la masa madre. Los médicos no tienen ni idea de Microbiologia. 

LaBola buscó el Apocalipsis en la Biblia de Zenutrio. Allí estaban los proféticos versículos:

"Fuele dado infundir espíritu en la imagen de la bestia para que hablase la imagen e hiciese morir a cuantos no se postrasen ante la imagen de la bestia, e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimirse una marca en la mano derecha y en la frente y que nadie pudiese comprar o vender sino el que tuviera la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre."

Apocalipsis 13, 15-17.

jueves, 5 de agosto de 2021

CAPÍTULO 6

- ¿Qué pasa, Rita? 

- No lo sé, mira - la enfermera extendió la mano con un gesto de impotencia. La sala de espera de urgencias estaba llena: gente tosiendo, algunos acudiendo cada 5 minutos al baño aquejados de diarrea incontenible; varias personas estaban tiradas en el suelo incapaces de mantenerse erguidas en las sillas. 

- Hacía tiempo que no veía esto así - el médico bajó la cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando? 

- Las placas salen todas fatal - dijo el residente de segundo año. - Neumonía.

Sí, neumonías. Otra vez. De nuevo intubar. Pero esta vez no eran personas obesas, hipertensas, cardiópatas o diabéticos; eran todos: adultos, niños, ancianos, viejos y jóvenes. Un escalofrío le nació del vientre y le recorrió las fibras nerviosas hasta las extremidades. Ya hacía tiempo que el doctor no estaba tranquilo: el fiasco de la vacuna del CSIC le había puesto sobre aviso. Los macacos muertos... La noticia se silenció oportunamente. Por eso él había tomado una decisión: vacunarse a sí mismo, pero no al modo ortodoxo. Tal y como requirió el Colegio de Médicos, había llenado la jeringuilla, había subido la manga de su camisa, limpiado con alcohol un trozo de su piel y había apretado el émbolo. El chorrito de líquido amarillento caía al suelo. Se bajaba la manga y se sentaba frente al ordenador. Tecleaba su número de tarjeta sanitaria, el número de colegiado, rellenaba el número de lote, la fecha y listo. La cámara de seguridad de la consulta daba fe del hecho. Así lo hizo con todas las dosis que la OMS habían impuesto: 10. 10 dosis en 2 años, siempre con el propósito de cortar el paso a las nuevas variantes que se generaban sin cesar, las variantes de escape. Él sabía que una vacuna contra un coronavirus nunca funcionaría. Lo supieron desde el principio los veterinarios y los biólogos, pero la industria farmacéutica no iba a dejar escapar el pastel de su vida, y no se le escapó. 

Un toque en el hombro le sacó de su ensimismamiento. 

- Doctor, hay que intubar. la UCI se está llenando. 

- Voy.

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Light salió de su cuevecilla gritando: 

-¡Eh, gente, vuelve a empezar, vuelve a empezar! Tecleó en su móvil y conectó la emisora de Catalunya Informació a un astroso altavoz que multiplicaba el sonido por el acantilado en varios decibelios roncos. 

-"... en los hospitales, los servicios de urgencia han registrado 120 ingresos en UCI en 24 horas..." 

Todos los renegados detuvieron sus actividades. Solamente continuaron jugando las criaturas del colegio improvisado que Nuri se encargaba de gestionar en un agradable recodo del vallecillo. Para ellos todo era un juego: con palitos, piedrecitas y plumas del gallinero construían palacios comparables a los de Las Mil y una Noches. Había niños de diferentes edades, pero el buen hacer de Nuri conseguía que todos recibieran una formación adecuada a su edad.

-¿Y ahora qué demonios pasa? - preguntó al aire Vader. El altavoz seguía roncando. 

-"... mensaje del conseller Argimon que anunciará un confinamiento a partir del lunes a las 6 de mañana. En España, varias comunidades autónomas se encuentran desbordadas por inesperado aumento de casos..." 

-Oh, no - Kostian abrió mucho los ojos y estrechó contra su pecho una cesta cargada de tomates maduros. - No acabará nunca. 

- No acabará nunca, no acabará nunca - bailoteaba Martina, agitando un palo rematado en conchas de caracoles atadas entre sí. ¡Los 5 aminoácidos, los 5 aminoácidos!

-¿ De qué 5 aminoácidos habla Martina?  

- Prolina-Arginina-Alanina-Arginina- Arginina, una secuencia que según ella es añadida al genoma del virus. Antes de llegar aquí - señaló el paisaje alrededor - Martina era muy activa en Twitter. Pretendía salvar a la humanidad  y se dedicó a comparar genomas. De todo llevaba Coronita: trozos de bacterias, de hongos, de rickettsias, de protozoos y hasta de dinosaurios encontró en sus 30.000 nucleótidos. Pero de tanto consultar bases de datos de genomas, la pobre enloqueció - miró a la mujer que seguía saltando mientras agitaba su bastón ritual.- Algún punto acertado debió tocar - sonrío LaBola - porque empezaron a mofarse públicamente de ella. Mis colegas pueden ser muy hirientes a veces. No deberían haberlo hecho así.

-"... se anuncia la comparecencia de urgencia del Conseller Argimon para dentro de media hora" - remató el altavoz. - Se ruega la máxima atención a la ciudadanía. "

-Uy, uy - Abel agitó la mano. - Se masca la tragedia... 

Todos los habitantes de la colonia de renegados se congregó en la placita. La voz del Conseller resonó desde el altavoz:

-"... como Conseller de Sanitat no ordeno, sino que pido, ruego incluso a aquellas personas que no hayan recibido ninguna de las dosis de la vacuna, que acudan a los centros sanitarios. Sé que no nos hemos comportado de forma correcta con vosotros... 

-Llamarnos leprosos no estuvo bien, ¡no señor! - masculló un viejo barbudo. 

 - "... y por eso os pido perdón. Perdón desde el fondo de mi corazón. Pero os necesitamos para valorar que está pasando con la nueva ola que nos afecta... 

-¡Ni de coña - gritó Rou -,una mierda! Algo maquinan esos cerdos. 

-... vuestra ayuda será generosamente recompensada... 

-Mira tú, me darán la casa de éste - Marian señaló hacia el President Aragonés, que chupaba una raíz de regaliz mientras se ajustaba el taparrabos. - Entonces igual sí colaboró. 

-"... pensad que con una sencilla transfusión de sangre podéis salvar una vida... 

- Anda, ahora nos necesitan y nos quieren chupar la sangre; ¡pues que se jodan! - Gaspar hizo un ostensible corte de mangas coreado por parte de los asistentes. 

-PRARR, PRARR - danzaba Martina agitando su palo artesanal. 

-Estos imbéciles piensan que algún no vacunado acudirá de rositas a su llamada después de toda la represión, el desgaste, el acoso, el daño emocional y mental... - manifestó Abel. 

-Después de meses de vivir en el exilio más de uno volverá; solo hace falta que leas algunos rostros. Habrá deserciones; tenemos que estar atentos. No me preocupa quiénes se vayan, sino que no desvelen dónde estamos. Bastante duro es vivir en la clandestinidad como para encima tener que añadir el nomadismo - dijo Obs007. 

-Estamos en un mal momento. Malditos... - Vader apretó el puño. 

-Siempre lo hemos estado, Vader - LaBola le  guiñó un ojo. 

miércoles, 4 de agosto de 2021

CAPÍTULO 5

 Denver, Colorado. Sede del laboratorio Pifier. 

En la sala de conferencias, Oriolet Pitjà luchaba contra su ordenador, que se negaba a proyectar en la pantalla las gráficas que había elaborado durante la madrugada. La doctora Berzos tamborileaba con los dedos sobre el reposabrazos de su sillón, impaciente.

- Perdón doctora, estos puertos USB siempre dan problemas... listo. 

Una serie de gráficos colorearon la pantalla. Pitjà, con voz trémula, iba desgranando su significado.

- La inserción del gen de la espícula S desorganiza la región del cromosoma humano que regula todo el proceso de inmunidad. Además la proteína S es un prion: induce el plegamiento erróneo de otras proteínas. A los dos años los efectos empiezan a ser notorios. Dos años o lo que es lo mismo, diez dosis de la vacuna que resulta... letal.

- ¿Quién sabe esto? - inquirió la doctora Berzos. 

- Usted, yo y mi equipo médico. 

-  Supongo que tienen grabada a fuego en su mente la cláusula de confidencialidad. 

- Por supuesto, por supuesto, doctora.

- Identificado el problema, quiero una solución. ¿La tienes?

- Sí, sí, creo... creemos que sí puede hacerse. 

Pitjà pulsó las teclas del ordenador buscando un esquema que mostraba la interacción entre varios órganos del cuerpo humano. 

- Verá, doctora, la solución está en destruir la mayor parte de las células invadidas por el gen de la espícula S. Luego, para recuperar el sistema inmunitario, hay que hacer un trasplante de médula ósea, como si la persona padeciera un cáncer. Una vez trasplantada la médula, los linfocitos proliferarán de nuevo. Contra más joven sea el donante, mayor probabilidad de éxito.

Amy Berzos se levantó del sillón y fue caminando despacio hasta Pitjà. 

- Venga, vamos a pasear por el jardín. 

El jardín del laboratorio era exuberante. Una zona poblada de enormes árboles y arriates con todo tipo de plantas y arbustos de flor preservaba el recinto de cualquier mirada ajena. Un remanso de paz. 

Amy rodeó con su brazo los estrechos hombros de Pitjà, que se encogió más aún. Fueron a sentarse bajo una glorieta de wisterias en flor. 

- Querido doctor, como bien comprenderás, lo que propones sólo puede aplicarse a clientes selectos: es imposible encontrar médula ósea de donantes no vacunados en el punto de tasa de inoculación actual. No queda casi nadie sin vacunar - sonrío satisfecha - en todo el planeta. Hemos llegado hasta el África profunda, hasta el Asia más recóndita. Todo el mundo - apretó el hombro de Pitjà, a quien le pareció notar como si una tenaza le oprimiese las carnes. - Por supuesto, siguiendo el dictado de la agenda 2030, una reducción de la población estaba prevista a causa de los efectos secundarios, ¡pero no tanta! Nos quedaremos sin esclavos... Podemos encontrar algún no vacunado aún próximo a nosotros, pero no será suficiente. No pienso salvar a la humanidad, por supuesto, pero tendremos clientes a los cuales es preciso ofrecer una solución: los jeques, el Emérito, Donald y por supuesto Pedro Sánchez, Macron, algunas familias imprescindibles de banqueros...

Pitjà se mordió los labios.

- Sé que en algunos lugares asalvajados hay grupos de rebeldes, personas que no han querido vacunarse y que resistieron la presión social hasta que les resultó insoportable. Se fueron a los bosques, los montes, a pueblos abandonados en medio de la nada. En Estados Unidos no se ha hecho mucho por localizarlos porque suponemos que morirán de inanición y a causa de peleas entre ellos. Todo muy humano. Pero ahora los necesitamos. En concreto, necesitamos sus médulas - Amy apretó más el hombro de Pitjà, que sonreía con una mueca de angustia -. Tu país, Oriol, que siempre ha sido tan poco efectivo para todo, es uno de los lugares del mundo donde más renegados hay, escondidos en eso que llamáis la España Vaciada. Estoy bien enterada. Encuéntralos. 

martes, 3 de agosto de 2021

CAPÍTULO 4

 Se había reunido el Consejo de Supervivencia. En medio del círculo formado por todos los miembros de la comunidad de renegados, el Molt Honorable President estaba de pie temblando y estrujando entre las manos un jirón manchado de lo que había sido un lazo amarillo. Isa Arce tomó la palabra: se levantó y señaló con su Cetro de Poder (un leño rugoso y descortezado de olivo) en dirección al compungido político. 

-¡Miembros de la Resistencia! ¡He aquí un intruso que proviene del mundo exterior, de los Contaminados! ¿Qué debemos hacer? - golpeó el suelo tres veces con el bastón y se sentó. Su tocado de plumas de gallo brillaba bajo la luz de las llamas de la pequeña hoguera ritual. 

-¡Colgarlo de un pino y haremos puntería con él como si fuera un nido de procesionarias! - exclamó un calvo barbudo con incisiones en forma de esvástica en la piel de las mejillas. Quienes le rodeaban prorrumpieron en sonoras carcajadas. 

-Seamos más inteligentes - Ob007 se había levantado para tomar la palabra. - Primero que nos explique qué tal andan las cosas ahí fuera. - Miró fijamente al President. - ¿Te has vacunado, tú? 

Aragonés trago saliva. 

-No. 

-Vaya vaya, así que los has tenido a todos engañados durante dos años... Bien, Cigronet, ¿y cómo has venido a parar a esta comarca de secano en medio de la Terra Ferma? 

-La verdad es que me he perdido. Iba hacia la Cerdanya donde tengo casa, pero a la altura de Igualada, el coche eléctrico oficial se quedó sin batería y tuve que caminar y sin GPS... 

Todos los miembros del Consejo empezaron a reír al unísono. 

-¡Hombre, cómo no, la Cerdanya! Pedazo de casoplón debes tener allí, ¿eh? Y vecino de Arturito fijo, y pagada con el dinero de los trabajadores, ¿verdad? 

Una mujer combativa ataviada con una bata blanca de médico agujereada y sucia cogió una piedra del suelo. Su compañera tuvo tiempo para atraparla por el brazo justo cuando iba a lanzarla contra el President, que hizo amago de esquivar el golpe. 

-Cálmate, Lolaneuro, cálmate... 

-La Cerdanya, Andorra y Arán, el triángulo mágico donde mejor se ha invertido el dinero del contribuyente; de la ciudadanía, como os gusta decir a los politicastros - dijo Prefsteve -. ¿Y se puede saber por qué no te has vacunado? - preguntó, redirigiendo el interrogatorio. 

-Porque... porque pasan cosas raras. Argimon lo sabe y... - tragó saliva - hay gente que se pone enferma igual o peor aunque esté vacunado, pero no lo podemos decir, la ciudadanía... la ciudadanía debe tener una esperanza. 

-Una esperanza para que siga trabajando y siga pagando impuestos y vuestros sueldos de sátrapas - LaBola le señaló con el índice. -  La gente os importa una mierda. 

De repente, Aragonés recobró la compostura hirguió la espalda y apretó el lacito amarillo contra su pecho. 

-No, ¡no, catalanas  y catalanes, lo hicimos porque creímos que era lo mejor para todos, para la ciudadanía que nos otorgó la representatividad en el referéndum...! 

-Oh, calla, por favor - dijo con desgana un barbudo vestido de motero.- Aquí no estamos para discursitos políticos. Y vosotros, los centinelas, lo habéis dejado entrar muy fácilmente. ¿Ya lo habéis cacheado bien? ¿Seguro que no lleva ningún localizador, un móvil o alguna de sus mierdas de espionaje?

 -No, está limpio - dijo Chuck. 

-Pues habrá que vigilarlo de cerca - el motero se quedó conforme. 

-Necesito un rabadán que me ayude con las cabras; que se venga conmigo a pasturar y a regar las artemisias - LaBola miró al Molt Honorable valorando la blancura de su piel. 

-Soy alérgico al polen - lloriqueó. 

-Como buen urbanita que eres. Pero ya verás qué pronto se te pasan los sarpullidos. Es cuestión de exponerse a los alérgenos, estimularás tu sistema inmune, cosa muy necesaria en estos tiempos que corren. 

El gato negro de Martina se coló entre las piernas del President y empezó a restregarse en los camales del pantalón. 

-¡Ay no, también soy alérgico a los gatos! 

El Consejo silbó y gritó improperios. 

-¿Y no serás también alérgico a la vida, hijo? - le dijo LaBola con conmiseración. - Toca al gato, anda, que sus coronavirus te darán inmunidad cruzada. Y acompáñame, que te mostraré tu nuevo "despacho", algo cutre comparado con la Casa dels Canonges pero más sostenible, CO2 neutral y Eco Friendly, como decís en Urbanilandia. 

lunes, 2 de agosto de 2021

CAPÍTULO 3

 Denver, Colorado. EEUU. Sede del laboratorio Pifier. 

El becario entró en la sala de alta seguridad enfundado en su equipo de protección individual. La verdad es que era un coñazo trabajar en esas condiciones pero tal y como estaba el panorama de la investigación científica en el mundo no se podía quejar;  había entrado a formar parte de la plantilla de una de las mayores multinacionales farmacéuticas: Pifier. Además, sentía un orgullo algo insano al participar en el mayor experimento a gran escala que se hubiese hecho jamás en el orbe: la vacunación contra el coronavirus en tiempo récord. Los científicos en nómina de Pifier habían conseguido desarrollar una vacuna con una tecnología novedosa, encapsulando el ARN mensajero de la espícula del virus en una partícula lipídica. Inyectar a toda la población de humanos del planeta en dos años con diez dosis había otorgado al laboratorio fama eterna y beneficios inconmensurables, todo gracias a una autorización de emergencia que seguía sin ser revisada y le confería inmunidad absoluta frente a la aparición de efectos secundarios en los inyectados, incluida la muerte. Vale, él no era más que un peoncillo en el tablero, pero se sentía henchido de gozo. Aunque no tenía muchos amigos ante los que presumir, aprovechaba cualquier oportunidad para inspirar aire, sacar pecho y sentirse salvador de la humanidad. 

Entró en el estabulario. Hoy tocaba cambiar las virutas del lecho en las jaulas de los ratones del experimento de las vacunas. La investigación no paraba: había que seguir valorando los efectos secundarios de la inmunización a medio y largo plazo. El estabulario se mantenía a una temperatura y humedad constantes y con luminosidad controlada, condiciones ideales para los ratoncillos. Extrajo los sacos de viruta del armario del material pensando en darles una pequeña ración extra de pellets alimenticios, pero lo pensó mejor y decidió mantenerse estrictamente en las condiciones del experimento, no fuera a cambiar algún parámetro y dar al traste con los esfuerzos de los investigadores y lo que sería peor aún, podría perder su puesto de trabajo. Le entró un sudor frío y apartó los pellets al fondo del armario. Fuera tentaciones. 

Se acercó a las jaulas de los ratoncillos. Recordó que dos meses de vida de un ratón equivalían a dos años de vida humana, tan rápido era su metabolismo. Le gustaba hablarles mientras ellos le miraban con sus ojillos rojos, dado que al ser albinos, sus iris eran traslúcidos y se veía en el fondo del ojo la retina irrigada por los pequeños capilares sanguíneos. 

Pero esta mañana los ojos rojos no veían nada. El becario sintió una punzada en el pecho: todos los ratones estaban tumbados de espaldas, con las cortas patitas inertes tendidas hacia el techo, como intentando atrapar unas estrellas que nunca habían visto. 

Muertos. Todos los del experimento de ARN mensajero estaban muertos. 

El becario se dirigió hacia la puerta y pulsó el botón de emergencia. Una sirena intermitente de sonido grave se hizo audible por toda la instalación.

          *************************

-¿Qué ha pasado? - preguntó la doctora Amy Berzos, dueña de Pifier, desde su butaca en la cabecera de la reluciente mesa de cedro del Líbano de la sala de reuniones. 

-Bien - respondió el doctor Oriol Pitjà carraspeando - hemos comprobado que el ARN mensajero no se ha destruido después de inducir la síntesis de la espícula S. Una transcriptasa inversa, posiblemente la de un herpesvirus, lo ha transformado en ADN, ha atravesado la membrana nuclear y se ha insertado en el ADN de los cromosomas humanos. 

-¿Qué implica esa inserción? - inquirió la jefa, juntando las manos de manera que crearon un triángulo con el vértice formado por los índices apuntando al techo. El doctor Pitjà tosió: hacía frío en la sala de reuniones. 

-Altera la producción de células de memoria, del interferón temprano y desajusta la respuesta inmune. La producción de linfocitos se acaba. 

-¿Inmunosupresión? 

-Absoluta. El gen de la espícula se inserta en todas las células de todos los tejidos. 

-¿No me jurásteis que eso no era posible? - la doctora Berzos apoyó las palmas de las manos sobre la mesa. 

-Eso pensábamos - Pitjà se encogió de hombros en un gesto de desamparo. - Nunca pensé que esto llegara a suceder. Tenía una secuencia terminador y... - empezó a sollozar. 

-No tenía que haber pasado pero ha pasado - Amy se levantó airada. - Ya podéis estar buscando la solución, porque no pienso pagar ni un dólar en indemnizaciones. 

-Sí, sí, estamos trabajando en ello, doctora Berzos. 

-Y por supuesto, el becario... 

Un hombre que había permanecido sentado en una silla junto a la puerta hizo un gesto con la mano. 

-Resuelto, doctora. 


En las noticias de la noche, la sección de sucesos se abrió con el suicidio de un biólogo que al parecer, por un desengaño amoroso, se había precipitado a la calle desde el tejado de su casa. 

Pobre chico. 

domingo, 1 de agosto de 2021

CAPÍTULO 2

 Chuck salió de la guarida del informático. Miró río abajo, donde una especie de toldo de camuflaje desteñido por el sol marcaba el asentamiento de quienes el resto de la comunidad llamaba "los fachas". Una bandera preconstitucional de España, una de Asturias y la de la Confederación sureña de la Guerra de Secesión americana pendían inertes de una cuerda que servía a su vez de tendedero de ropa. Allí se reunían los de ideologías de derechas. No eran malos tipos, pero a veces se emborrachaban con el licor que Viscoelástica destilaba partir de las plantas de aloe que crecían espontáneas por el desfiladero; entonces emitían saludos nazis, levantaban los brazos en ángulo de 60 grados respecto a la horizontal y eructaban y orinaban sobre cualquier bicho viviente. Una vez  - recordó - él mismo tuvo que intervenir porque habían construido una cruz con dos troncos secos de pino carrasco y pretendían crucificar al vegano del grupo. Miró ahora río arriba. Allí en una cuevecita en la que apenas cabía una persona de pie vivía un enfermero que había cometido el error de vacunarse. Por miedo, decía él, porque en la primera ola de la pandemia en el hospital habían tenido que usar bolsas de plástico para protegerse de los contagios. Ese mismo miedo es el que le hizo vacunarse con una, con dos y con tres dosis hasta que le reventó el cerebro y se quedó atontado. Pasaba los días sentado a la entrada de la covacha, babeando y dependiendo de la comida y el aseo que le proporcionaban una profesora de enseñanza infantil y un médico naturópata que le propinaba una vez a la semana unos azotes con espino albar hasta hacerle sangrar la espalda. "Cuando proteste es que está curado" decía el terapeuta; pero el enfermero continuaba aguantando la terapia sin rechistar. 

- A este paso lo van a dejar hecho un Ecce Homo - Abel se había acercado a Chuck - y  espera: la próxima terapia que quieren probar con él es la moxibustión. 

-Suena raro - sonrió Chuck -, a ver si le van a prender fuego al pobre. 

-No me extrañaría nada. Oye, te veo preocupado. ¿Sabes algo que yo deba saber también? 

-El presidente de la Generalitat ha huido. Dicen que no está vacunado. Lo están buscando por toda Cataluña: supongo que lo acusarán de alta traición. 

A la vuelta de una curva el río se dividía en dos brazos. En medio había una isla en la cual los más rurales del grupo de renegados habían plantado un huerto. Sabían que la crecida de la Noguera Pallaresa en otoño se lo llevaría por delante, pero mientras tanto se surtían de algunas delicias hortelanas: patatas, lechugas, tomates y pimientos. En un trozo soleado medraba el ajenjo dulce, la Artemisia annua. Los rebeldes la usaban como preventivo ante el menor síntoma de una incipiente infección viral. 

-¿Alguna vez acabará esta pesadilla, Abel? 

- LaBola dice que no, que hasta que la epidemia no acabe con dos tercios de la humanidad esto no para. Y con tanta mascarilla y con tanta higiene, esto va para largo. Será una agonía lenta la del género humano. 

Una mujer vestida con un sari hindú caminaba por el cauce. Se acercó a ellos y con una sonrisa enorme extendió sus manos. 

- Mirad, he encontrado un esqueje de pasionaria - Mebb les mostró un tallo delgado del cual salían tres hojillas y una flor reseca. - Ya tengo otra para la colección de sustancias psicoactivas. María la de Cervera estará contenta: semillas de dondiego de noche, de ipomea, estramonio y ahora ésta. 

-¿Cómo has dicho que se llama? - preguntó Abel.

-Pasionaria - contestó Mebb. 

-Que no te oiga MrV o te tira una pedrada. La Pasionaria era aquella líder comunista que iba con Carrillo, ¿no? 

-Pues no lo sé - respondió pensativa Mebb. - Eso es de viejunos ya. No me suena nada. - Y siguió caminando hacia la cueva principal, contenta de su hallazgo vegetal. 

-Estos conflictos entre rojos y fachas acabarán mal - dijo Abel. - Y tú, ¿de qué lado estás, Chuck? A veces pareces progre, pero otras veces tiras con bala, como cuando machacas a Light por poner música de Pablo Hasél. 

- Soy un superviviente - contestó el que había sido policía - como todos. 

Se escuchó el cacareo de una gallina, luego el canto de un gallo. En una parte más alta del risco, un abrigo de piedra servía de corral para unas cabras y unas cuantas gallinas. Los renegados disponían así de leche y huevos, con lo cual la frugal dieta se podía completar con algunas delicias ovolácticas. Esto era fundamental para Rossai, la mujer del grupo que dedicaba más tiempo a estudiar los usos de todo tipo de sustancias para combatir la enfermedad. Insistía en que todos ingiriesen hierbas, infusiones, calostros de cabra cuando éstas parían y que se pusieran sobre la piel cataplasmas hechas con arcilla, hojas de col y piedras calizas machacadas. 

-Nunca se sabe dónde está el remedio - se le  oía mascullar mientras aplastaba contra dos piedras el tronquillo de una madreselva. 

El día iba acabando. Anochecía rápido en el valle encajado entre las rocas. Hacía frío: el viento bajaba entonces por el canal del río y movía las hojas de las plantas del huerto. 

- Mira cómo se mueven las artemisias - observó Abel; pero permaneció con la mirada fija en aquel balanceo. 

- Quizás se mueven demasiado - y de manera instintiva Chuck se llevó la mano al cinturón de donde pendía su arma reglamentaria. 

-¿Qué quieres decir? - preguntó Abel. Pero Chuck no contestó: avanzó con resolución hacia el huerto, rodeó la valla de cañas y advirtió una respiración entrecortada que se escuchaba entre las tomateras. 

-¿Quién anda ahí? - desenfundó la pistola y apuntó a un tomate Rosa de Huesca más grande que los demás. 

-¡No, no, por favor, no dispares, soy yo! - el intruso empezó a sollozar mientras salía de su escondite con las manos en alto. 

-Pero por Dios, ¡si es el presidente de la Generalitat! - exclamó Abel, acabando la frase con una carcajada épica. 

CAPÍTULO 1

 Era el segundo helicóptero que sobrevolaba la zona esa mañana. 

-¿Crees que nos han localizado, Rou? 

La delgada mujer miraba al cielo con atención mientras permanecía en cuclillas. 

-No, Marian - lo dijo más por tranquilizar a su compañera que por convencimiento. Los brazaletes de huesecillos que llevaba alrededor de las muñecas tintinearon cuando se incorporó. - Vamos al poblado. 

La geografía era escarpada, hiriente. Las rocas calizas del Congost de Collegats estaban secas, sangrantes del sol que se absorbía, cristalizando en vetas rojizas. Por el río apenas pasaba agua; era verano y hacía mucho calor. Las chicharras enloquecían en su canto. 

Las dos mujeres iniciaron un trotecillo reposado. Estaba muy delgadas, huesudas incluso; aquella vida las había fortalecido, consumiendo la materia superflua de sus cuerpos. Por contra, los sentidos se habían agudizado, transmitiendo al cerebro la información que él se encargaría de analizar de manera felina y ancestral. No seguían ningún sendero: avanzaban campo a través para no dejar rastro visible que pudiera ser captado por un medio aéreo. El monte bajo de tomillo y romero exhalaba aromas medicinales a su paso. Ya no sentían las punzadas agudas de los espinos que se clavaban en sus pies, sus piernas y sus caderas. Rou recordó cuánto había llorado al principio a causa de las espinas que se inserían en su fina piel de urbanita. Apartó el recuerdo de su mente; no le gustaba pensar en ese pasado aún cercano antes de que pasara lo que pasó... 

Nadie estuvo preparado. Homo sapiens vivía la absurda opulencia de los desesperados. Y entonces llegó la Bestia, el Mal, la muerte medieval, la peste: el coronavirus. Al principio era un mal de China: claro, eran tan sucios y comían tantas porquerías aquellos orientales... aún así la prepotencia europea alzó sus imaginarias defensas: "no más de uno o dos casos aislados" fueron las palabras de Fernando Simón, el médico oficial de la pandemia española, con las que pretendía tranquilizar a los aborregados habitantes de la Península ibérica. Rou sacudió la cabeza: frente a ella intuía la entrada de la cueva donde un grupo de no vacunados había encontrado refugio. 

Collegats, que antes había sido un reclamo del senderismo urbano de la capital, ahora era una escarpado nido de renegados. Abel salió a recibirlas. 

-Ya va a nacer - la expresión de su rostro era de felicidad matizada por cierto nivel de angustia, como siempre sucedía con los filósofos. En el fondo de la cueva, una mujer en cuclillas apretaba con fuerza en la posición de parto ancestral. Un hombre le cogía la mano mientras la animaba. 

-Todo va bien - Vader, el médico, volvió su rostro sudoroso a los recién llegados. - Costará un poco, la criatura venía de pies y he intentado reposicionarla, pero no sé si lo he conseguido del todo... 

En un rincón, una mujer sentada en la posición budista del loto balanceaba el torso hacia delante y atrás mientras acariciaba de forma compulsiva a un gato negro. Era pelirroja y su melena encrespada estaba adornada con piedrecitas de colores atadas al cabello por unas cuerdas de esparto. Mascullaba unas palabras apenas inteligibles:

- Los cinco aminoácidos, los cinco aminoácidos, PRARR, PRARR... 

-Calla ya, Martina, por favor. Me estás sacando de quicio - la amonestó un hombre de porte atlético que llevaba en la muñeca un reloj de running con la esfera rota formando una telaraña de cristalillos. 

-Vamos Chuck, todos estamos tensos - contemporizó Abel. 

- Esos malditos helicópteros me ponen nervioso. Me gustaría saber qué está pasando en... 

Un grito resonó en la cueva. Un olor a sangre fresca se expandió por el aire mientras el gato erguía la cabeza y la pelirroja dejaba al fin de recitar su letanía. 

-¡Ya está aquí! - dijo Vader apartando los restos de grasa y materias del parto. - Es una niña - la puso sobre el pecho de la madre que se había tendido en el suelo respirando de manera entrecortada. - Ahora faltará expulsar la placenta, luego cortaremos el cordón umbilical... 

-Y me lo darás a mí, hay que enterrarlo para propiciar buenos augurios para la criatura - Martina se incorporó dejando al gato sorprendido por el súbito cese de las caricias. 

-Tuyo es si lo quieres. Antes hubiera ido a un banco de células madre, pero ahora aquí... Vader levantó las manos en un gesto de impotencia. 

-Entiérralo bien o el gato lo desenterrará y se lo comerá - dijo Chuck entre molesto y burlón. - Voy a ver si el informático tiene alguna noticia. 

Chuck salió de la cueva para encaminarse hacia otro recoveco en el acantilado. La entrada estaba flanqueada por dos pequeñas placas solares orientadas al sur. Unos cables conducían los electrones transformados en fotones hacia el interior del cubículo. Dentro, un joven con barba escasa y cuerpo enjuto miraba con fijeza la pantalla de un ordenador. 

-Ligth, ¿hay algo que justifique el vuelo de helicópteros? 

El joven ni siquiera movió los ojos de la pantalla. Tecleó con agilidad, esperó unos segundos y respondió con voz mecánica. 

-El Molt Honorable President de la Generalitat ha desaparecido - hizo una pausa. - Dicen que es un traidor, que en realidad no se había vacunado y que lo ocultaba. Cuando los de la Brigada de la Salud Solidaria iban a arrestarlo de madrugada dieron un patadón a la puerta de su casa pero ya no lo encontraron dentro - empezó a reír como un conejillo. - Eso le pasa por no tener un Certificado Verde como los que yo falsifico: ¡son perfectos! 

En la pantalla del ordenador se veía una foto de Pere aragonés al que llamaban el Cigronet de l'Alta Anoia con el titular "Traidor" en caracteres góticos. - Lo están buscando por tierra, mar y aire. 

Chuck se tranquilizó. 

-Por lo menos no nos están buscando a nosotros... o eso quiero creer. 

El informático tiro de la manga de la raída camisa de policía de su interlocutor. 

-Mis Cartas Verdes son perfectas: mira el QR, mira las banderitas de España y de la Unión Europea; el mismo tipo de letra, todo perfecto. 

En la pantalla del ordenador resplandecía el certificado de vacunación que exigían las autoridades europeas. 

-Ya van por la décima dosis.

Chuck suspiró.